Encarnación Ezcurra

Patriota Federal

Lugar de nacimiento

Buenos Aires

Año de nacimiento y muerte

1795 - 1838

Biografía

María de la Encarnación Ezcurra y Arguibel nació el 25 de marzo de 1795 en Buenos Aires. Fue reconocida en todo el territorio de las Provincias Unidas del Río de La Plata e hizo política en un mundo dominado por varones. Cuando su esposo, Juan Manuel de Rosas, se alejaba de Buenos Aires, quedaba a cargo del Partido Federal. Fue una de las que organizó y condujo la Revolución de los Restauradores en 1833, que le permitió a Rosas regresar al gobierno de Buenos Aires. En ese momento conforma la Sociedad Popular Restauradora para derrotar la facción antirosista.

Compartía fiestas, encuentros y celebraciones populares. Su sobrino, el escritor Lucio Mansilla, cuenta que Encarnación se imponía de niña ante sus hermanos varones, se les plantaba y no le ganaban una discusión. Encarnación no dudaría en enfrentarse a la moralina imperante y acompañar a su hermana, María Josefa, cuando esta osó tener un hijo «ilegítimo» con Manuel Belgrano, en 1813. 

Otro pasaje crucial en la juventud de Encarnación fue la maniobra que urdió junto a Juan Manuel para poder casarse con él, ante la rotunda negativa de Agustina, la madre de Rosas. El punto de inflexión llegaría en 1828, cuando ella —al igual que vastos sectores de la sociedad— ya pensaba a su marido como el único ser capacitado para gobernar esta tierra que se desangraba en luchas imparables. Fue el golpe de Estado que los rivadavianos provocaron, comandados por Lavalle el 1 de diciembre, y el fusilamiento de Dorrego, trece días después, los hechos que terminaron inclinándola hacia el lado de la acción directa, en las calles y junto al pueblo.

Encarnación orbitó muy cerca del poder, en tanto nexo vital entre el líder y los sectores plebeyos, orilleros, negros, a los que protegió, dignificó y empoderó en un momento en que la política también era cosa de élites.

Sus cartas a Rosas, escritas entre 1833 y 1834, y que se publicaron en 1923, documentan cómo protegía a su marido, advirtiéndolo de los traidores del partido, y de lo importante que, por contrario, eran los de «hacha y chuza», esos negros, mulatos y orilleros que ella misma convocaría, organizaría e integraría a la Sociedad Popular Restauradora. 

Tanto amó el pueblo a Encarnación que, cuando murió, el 20 de octubre de 1838, su funeral fue de los más tristes y concurridos del siglo XIX.  

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